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Las fiestas “alla italiana”. O a la argentina, en Italia.

PARTE IV : El fin de año, el año nuevo, los Reyes y la Befana.

Historia, costumbres, ritos y supersticiones de las últimas celebraciones del período natalicio.

Últimos días del periplo navideño, pero no por ello menos intenso. Después de una breve pausa para recuperarnos de las celebraciones navideñas, festejamos el año que se va y el que llega. Y por supuesto, los festejos pasan, fundamentalmente ¡por la mesa! Así que hoy te contamos acerca de los platos del Fin de Año, cuya elección, como verás, no es sólo una cuestión de gusto. Pero ¿de dónde viene esta usanza de festejar el final de un año y el inicio del siguiente?

La última noche del año es conocida en Italia como la notte di San Silvestro (la noche de San Silvestre), pues el 31 de diciembre se conmemora dicho Santo. Y el Primero de Año, o simplemente Año Nuevo, es comúnmente llamado Capodanno (aunque muchos, erróneamente, llaman así al último día de diciembre).

El Capodanno es una fiesta de origen pagano. Su historia se remonta a la celebración en honor del dios romano Giano (Jano, de aquí deriva el nombre del mes de enero, gennaio) que cerraba el año. En el 46 A.C. con la introducción del calendario Juliano, el primer día del año viene estipulado el 1 de enero. Y aunque durante los siglos sucesivos muchos países europeos lo adoptaron, en realidad la fecha del inicio del año cambiaba según la zona: en Inglaterra, Irlanda, Pisa y Florencia se celebraba el 25 de marzo; en España el 25 de diciembre; en Puglia (o Apulia), Calabria y Cerdeña el 1 de setiembre. Hasta que, en 1691, Papa Inocencio XII decide unificar las fechas al 1 de enero, oficializándola en el calendario Gregoriano.

La mesa de fin de año

Como toda fiesta de origen remoto, son muchas las supersticiones y los ritos a los que se la asocia. Y varios de ellos tienen que ver con la comida (al menos en estas latitudes). Mientras en Argentina el menú del 31 suele ser a base de platos fríos (sobre todo en los últimos años), y el del 1 una “reinterpretación” de los mismos (o sea, una cuidada presentación de las sobras del 31) o una de las mejores versiones del plato nacional: el asado (de vaca, cordero, o lechón), en Italia no pueden faltar lenticchie con cotechino.

Según parece, las lentejas (lenticchie) son la primera legumbre cultivada en la historia. Eran consideradas símbolo de prosperidad y buena suerte ya en los tiempos de los romanos, sobre todo por su forma (que asemejaba a las monedas) y el sonido que producen secas.

Pero, además, hay un episodio del Antiguo Testamento en el que las lentejas son protagonistas. En él se narra que Esaú, después de un litigio con su hermano Jacobo, decide dar todos sus bienes a cambio de un plato de sopa a base de lentejas. Estos hechos han contribuido a difundir la creencia que cuantas más lentejas se coman el primer día del año, mejor será éste desde el punto de vista económico.

¿Y qué es el cotechino y por qué su elección para esta fecha? Siendo una especie de gran chorizo, conteniendo mucha grasa y bien nutritivo, es un símbolo de esperanza, prosperidad y abundancia. Por ello es el compañero ideal de las lentejas, para completar el combo portafortuna. En algunas regiones de Italia el cotechino es reemplazado por el zampone (que no es más que la pata posterior del cerdo rellena de la pasta del cotechino). En ambos casos, debe ser hervido por un buen tiempo. La interpretación argentina de este embutido es el codeguín. Para las lentejas, la propuesta más común es in umido (una versión bastante más liviana de nuestro guiso de lentejas). Este plato es consumido sobre todo el 1 de enero, y a veces el 31 de diciembre. Y aunque les parezca mentira, hay quienes lo degustan… ¡apenas “las campanas” dan la medianoche (¡aunque ya hayan superado el postre!)!

Si bien es importante remarcar (pues no sucede casi nunca) que le lenticchie con cotechino son un clásico de toda la península, como cualquier fiesta que se precie (y con mayor razón en Italia), no es el único plato presente. Las otras propuestas dependen, una vez más, de cada región y sus tradiciones. Trataremos de darles un pantallazo de las más comunes para la ocasión, empezando por la cena del 31. Es difícil imaginar un plato de fiambres sin quesos y verduras. En el sur, por ejemplo, son infaltables desde la mozzarella hasta la ricotta. En otras regiones son habituales las papas. Pero en general, cualquier menú de fin de año prevé el típico fiambre alla italiana: platos con variedad de quesos y fiambres, aceitunas y bruschette (fetas de pan tostado recubiertas con las preparaciones más fantasiosas). Como primer plato están presentes aquellos con pescados: spaghetti o risotto con frutti di mare (spaghetti o risotto con mariscos) es la solución más habitual. O en alternativa, al igual que en Navidad, la pasta rellena (ravioli, agnolotti, cappelletti, etc) in brodo (en caldo). Como segundo plato, además de le lenticchie con cotechino, dicen presente el pulpo, el bacalao, y la carne asada o el roast beef. Se sigue con algo de frutas secas, granadas y uvas (dos frutas que “aseguran la fidelidad en amor”), para finalizar con el clásico Panettone (nuestro Pan dulce), Pandoro (una especie de panettone sin frutas y con forma de pino, al que se lo rocía con azúcar impalpable antes de consumir; es típico de la zona de Verona), o su equivalente según la zona.

El día siguiente a la noche más larga del año (en este continente), primer día del Nuevo Año, las verduras son el plato fuerte a la hora de los fiambres: bietole (similar a nuestra acelga), cicoria (una verdura de hojas verdes y gusto levemente amargo) y cime di rapa (otra verdura de hojas, decididamente amarga), todas hervidas y condimentadas sólo con un poco de aceite, son de las más elegidas. Ustedes pensarán que las proponen por sus propiedades depurativas, pero yo creo que es sólo para calmar la conciencia: ¡en el sur es común acompañarlas con frituras de varios tipos! Para el primer plato, el clásico de los clásicos son las pastas con ragù (la salsa de tomates y carne picada, conocida en Argentina como boloñesa): lasagne (lasañas), tagliatelle (tallarines) o cualquier otra pasta fresca. Como segundo plato, las opciones van desde il crudo di mare (pescados crudos de mar; infaltables le ostriche, ostras) y el salmón, al cordero y la vaca. Después se proponen, nuevamente, las frutas secas, naranjas y mandarinas que se suman a la granada y la uva, o algún fruto exótico como el ananá o los litchi ( originario del Asia), para finalizar con los mismos dulces de la noche anterior, incluídos los típicos ricciarelli (pronto te daremos la receta).


Cábalas, ritos y supersticiones

Ahora bien, los ritos y supersticiones asociadas al fin e inicio de año, no se limitan a la comida. Ya les contamos en el post anterior acerca de la bombacha (o calzoncillo) rojo. Y esta cábala no es la única. Por ejemplo, se cree que besar a la persona amada debajo de una planta de muérdago ( vischio) asegura el amor para todo el año. Es el más famoso de todos los ritos de este período; algunos sostienen que la noche del beso debe ser la de Navidad, mientras otros, la noche en la que inicia el nuevo año. Esta tradición proviene de una antigua leyenda nórdica. El muérdago es la planta asociada a la diosa celta Freya, protectora del amor y los enamorados. Según cuentan, uno de los hijos de la diosa mató a su hermano con una flecha de muérdago. Las lágrimas de Freya cayeron sobre las hojas de la planta, haciendo nacer bayas rojas que salvaron al hijo muerto devolviéndole la vida. Así, Freya, agradecida, juró proteger a todos los que se besaran bajo esa planta.

Otra tradición de este periodo, aunque cada vez es menos popular por obvias razones de seguridad, es tirar por la ventana objetos viejos. Sí, como leen. Las costumbres dicen que deben ser objetos frágiles, como vidrio o cerámica, para que, cayendo, se rompan en varios pedazos.

La explicación de esta curiosa costumbre es que, siendo la noche del 31 “un pasaje”, o sea el final de un período y el inicio de uno nuevo, es necesario tirar las cosas viejas para romper con el pasado y abrirse a un futuro mejor.

Pero también son parte de las usanzas italianas un clásico argentino: los fuegos artificiales. Los festejos del inicio del año han sido siempre asociados al fuego, la luz y el ruido. El fuego fue desde la antigüedad un elemento purificador. Y en muchas culturas, el ruido sirve para alejar los espíritus malignos y hacer huir a los demonios. Las fogatas y las velas tienen, históricamente, la función de iluminar la llegada del nuevo año. Así, los fuegos artificiales funden estos dos aspectos.

¿Los reyes o la befana?

El 6 de enero la iglesia católica celebra la Epifanía: la primera vez que, según el Evangelio, Jesús se muestra en público y recibe la visita de los Reyes Magos. En recuerdo de este momento y evocando la presentación de los dones que los Reyes hicieron al Niño Jesús, es tradición en los países católicos celebrar esta fecha haciendo regalos a los más pequeños. ¿Quién, en Argentina y cuando era niño, no dejó sus zapatos con pastito y agua para los camellos la noche del 5 de enero? Yo, siempre. Y siendo Italia un país católico, ustedes pensarán que lo mismo sucede aquí. Pues nada más lejos de la realidad, y les cuento por qué.

Paseando en este período por los supermercados italianos (o negocios de venta de cosas dulces, como panaderías o confiterías), notarán la proliferación de enormes botas o medias de tela o una muñeca con forma de bruja, conteniendo golosinas. Si se preguntan qué significan, les cuento que ese personaje no es otro que la befana, literalmente bruja. Es que, en Italia, la tradición asocia los dones a esta figura profana, del folklore popular y cuyo nombre deriva justamente de Epifanía: una mujer anciana que vuela en su escoba vieja y que entrega, dentro de una media, caramelos, dulces o pequeños obsequios a los niños que durante el año se han portado bien, y “carbón” a los que no. Por ello, las grandes medias que se encuentran a la venta (de las principales marcas de caramelos y chocolates italianos) contienen dulces, aunque también se consiguen confecciones de caramelos negros, simulando el carbón. El origen de esta leyenda es seguramente antiguo, y por esto mismo, incierto. Hay quienes lo asocian a una antigua fiesta romana realizada en invierno en honor de los dioses Giano y Strenia, durante la cual se intercambiaban regalos. Otros, aseguran que sea una remota creencia cristiana del siglo XII. Según ésta, mientras los Reyes Magos se dirigían a Belén para presentar los dones al Niño Jesús, no encontrando el camino, pidieron información a una anciana. La mujer les indicó la dirección, pero no los acompañó a conocer a Jesús, no obstante los Reyes insistieran para que así lo hiciera. Poco después, la anciana, arrepentida, preparó una cesta con dulces, y decidió salir en busca de los Reyes, sin encontrarlos. Así, pasó por cada casa de su largo camino, regalando dulces a los niños que hallaba, con la esperanza que uno de ellos fuera Jesús. Desde entonces, recorre el mundo haciendo regalos a todos los pequeños, para hacerse perdonar. Por supuesto no faltan versiones que sostienen que la bruja sea la esposa de Papá Noel, o una amiga suya.

A esta altura se preguntarán, cómo resolví el tema con mis hijas, de madre argentina y padre italiano. Pues, así como en Navidad, los regalos los entrega Papá Noel pero de parte de Gesú Bambino, la noche del 5 de enero, se dejan zapatos, pastito y agua para los Reyes, y una media vacía para la Befana. Los Reyes dejan algún presente y la Befana golosinas. Eso sí: sigue siendo un misterio cómo, volviendo a la escuela después de esta fecha y hablando con sus amiguitos, las niñas nunca se hayan preguntado por qué los reyes no pasaban por las casas de sus compañeros (¿viveza criolla para no perder los regalos, o genuina inocencia?). Porque, en realidad, los Reyes Magos sí pasan cada año por Milán: hay una tradición medieval muy amada por los milaneses, que se repite desde 1336 y cuyos protagonistas son Melchor, Gaspar y Baltazar. La cita es el 6 de enero en la Piazza Duomo (la plaza de la Catedral), desde donde parte el desfile de los Reyes, en traje de época, acompañados por más de cien figuras entre cortesanos, pastores y caballeros. El destino es la Basilica di Sant’Eustorgio, donde descansan algunos restos de los tres famosos personajes. Allí los espera un pesebre viviente, al que se suman los Reyes entregando los dones al Niño Jesús. De la celebración participan los más altos representantes de la ciudadanía, además del numeroso público. Por supuesto, en tiempos de Covid, es probable que sea suspendida.


Y así, llegamos al 6 de Enero. A guardar el arbolito y decoraciones, desarmar el pesebre, y a descansar y recuperar fuerzas (preferentemente sin pasar por la balanza). Que en unas semanas llega Il Carnevale y otra historia comienza. Pero de ella te cuento, pronto, en otro post.

¡Buen inicio de 2022!



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