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Tarallini o Taralli

Típicos de la tradición gastronómica de la Puglia y protagonistas absolutos de todo aperitivo, son el snack más popular en Italia. Compiten, con orgullo, con las papas fritas y el maní, a la hora de acompañar una cerveza bien fría. Con solo cuatro ingredientes y una cocción muy particular, son una receta simple pero irresistible, un concentrado de sabor y cultura.



Del sigo XV a hoy


Su origen es muy antiguo: se dice que ya se conocían en el lejano 1400. Como en otros casos, la inventiva generada por la necesidad de sobrevivir en los períodos de escasez, unida a la gran tradición culinaria del sur de Italia, dieron lugar al nacimiento del tarallo. Una mezcla de ingredientes siempre presentes en las despensas de esa región: aceite de oliva, harina, sal y vino blanco.


Antiguamente, era un producto económico y sencillo, que se preparaba en las casas de los campesinos para compartir con los huéspedes, acompañado con un vaso de vino. Con el tiempo, el tarallo marcó positivamente la economía del territorio pugliese, cambió la producción de las panaderías de toda la región y la mesa de los más pobres. Realizado con ingredientes de bajo costo y producido a gran escala, puede ser vendido a un precio bajísimo.


Se preparan uniendo en una masa estos simples componentes, con la que se realizan, usando las manos, unas tiras delgadas, más bien cortas. Las mismas, se unen superponiendo los extremos y formando anillos de dimensiones varias. Se cocinan en el horno. O al menos, originalmente. Pues con el pasar del tiempo, la receta se ha ido perfeccionando. Para lograr un retrogusto ahumado y una mayor friabilidad, se realiza una doble cocción: primero se hierven y luego se doran en el horno. También hay versiones con agregados de especies, para saborizarlos. Hoy los producen con sabor a cebolla, aceituna, peperoncino, semillas de hinojo, tomates secos, por nombrar algunos gustos. Y con las nuevas tendencias culinarias, también se los encuentra saborizados con especias típicamente orientales, como cúrcuma, curry o paprika.

Como muchos otros productos gastronómicos de la península, a pesar de su origen pobre, el tarallo conserva tradición y sabores inconfundibles. Ha tenido un suceso tal en Italia y en el extranjero que ha conseguido la denominación PAT (de la que ya hemos hablado en otras recetas): Producto Agroalimentario Tradicional Italiano.


Los taralli, actualmente, no sólo se producen artesanalmente, sino también a nivel semi-industrial e industrial, y están presentes en todas las grandes cadenas de venta de productos alimenticios de Italia. Y a pesar de ello, si paseamos hoy por los estrechos callejones de los pueblitos del sur, podemos disfrutar aún el inconfundible aroma de esta delicia apenas salida del horno. Aroma que emanan las numerosas panaderías y las cocinas de las “nonas” aún arraigadas a la tradición casera.


Gracias a su “versatilidad”, en mi casa nunca faltan: ideales para la merienda del cole, para llenar ese huequito en el estómago cuando aún falta un rato para la cena, o para acompañar un “prosecco” bien frío. Y por qué no: ¡con un rico mate! (por ejemplo, para sustituir los bizcochitos con grasa).


Luego de unos días de vacaciones en Puglia, y habiendo probado distintas versiones artesanales sorprendentes, decidí poner las manos en la masa y hacerlos en casa. ¿Resultado? ¡Riquísimo! Aquí te propongo la receta base, vos podés experimentar nuevos sabores, según tu gusto y fantasía. Yo aún tengo que probar los que se ganaron mi admiración este verano: con cebolla roja y pasas de uva. ¡Increíbles!


Ingredientes (alrededor de 60 taralli pequeños)


550 g de harina

150 g de aceite de oliva extra virgen

200 g de vino blanco seco

10 g de sal


Preparación


Mezclar en un recipiente harina y sal; agregar el aceite de oliva e integrar rápidamente hasta formar un compuesto migajoso. Añadir el vino blanco y amasar hasta unir todos los ingredientes.



Trabajar la masa sobre la mesada unos minutos con las manos.

Poner agua en una olla y llevarla al fuego hasta que alcance el punto de hebullición. Mientras, formar los anillos. Para ello, tomar pequeñas porciones de masa y estirarla, con las yemas de los dedos, formando tiras o choricitos de menos de 1 cm de espesor. Dividir en trozos de unos 10 cm cada uno y unir las puntas superponiendo levemente una sobre la otra, presionando suavemente con los dedos, formando una rosquilla o anillo.



Cuando todos estén listos, comenzamos a sumergirlos, pocos a la vez, en el agua hirviendo. Apenas empiezan a flotar los retiramos con una espumadera y los colocamos a secar sobre un paño limpio. Seguimos con este procedimiento hasta que estén todos hervidos.

Transferir todas las rosquillas a una asadera previamente cubierta con papel de horno.



Cocinar en el horno, precalentado, a 180° por unos 40 minutos. Los taralli están listos cuando adquieren un color dorado.

Se conservan varios días en recipientes herméticos.







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